8 Reflejos de una vida ///Apartado b Periodo de formación
- PERIODO DE FORMACIÓN
En los últimos años de su vida, Paniagua quiso escribir un amplio ensayo autobiográfico cuyo título, sin determinar, sería MI VIDA EN EL ARTE. Desgraciadamente ese intento no llegó a madurar, ya que no pasó de un primer capítulo dedicado a su infancia y primera adolescencia. Nadie ha conseguido leer esas primeras páginas de su autobiografía, ya que cuando se lo pedían, se limitaba a decir que todo estaba todavía en agraz y que estas primeras páginas se limitaban a expresar sus primeras emociones de niño ante el paisaje de su pueblo, URONES, en el corazón de Tierra de Campos, Valladolid. Ahí describiría cómo de niño contemplaba el rosicler resplandeciente de la alborada o el crepúsculo fulgurante del ocaso mesetario. Su espíritu estético se extasiaba alternativamente ante la configuración cambiante del paisaje: el monocorde grisáceo del otoño, el verdor renaciente de la primavera, los áureos trigales del verano…
Todo responde al sentimiento esquemático que él trasmitía, al recordar su niñez como un inicio de vida en el arte. Sin duda, en ese primer esbozo autobiográfico, Enrique R. Paniagua trasmitía ya su percepción selectiva de lo bello y de lo armónico revestido de ritmo, color y forma. Todo ello redundaba en su alma como el más enriquecedor de los genes.
La adolescencia y la juventud lo acercaron a estructuras artísticas y estéticas al margen de la radiante belleza de la naturaleza. Aquel sentido intimista de lo bello se trasladó al arte cuando, por primera visitó un museo en compañía de su tía Clotilde. Entonces descubrió que cada una de las obras contempladas emergía ante él como un microcosmos de color y de forma creado por alguien desconocido para él.
Más tarde, los años de formación seminarística no entoldaron su visión anhelante de lo estético. Murguía fue el primer estadio de su formación en el año 1934, con sus paisajes en oro y verde. En la estética de aquel adolescente comenzó a desgranarse lo que él cultivaría también más tarde: la resonancia melódica y basculante del canto gregoriano y la polifonía de Palestrina y Vitoria.
En estos primeros años de formación, el regocijo estético de Enrique Rodríguez Paniagua comenzó ya a centrarse en la literatura. En 1937, los seminaristas de Murguía se trasladan a Limpias. Allí encuentra a otros compañeros con quienes comulga en los gustos y en el culto a la literatura. La amistad sembrada en Limpias con Amador Sáez y con Francisco Aramburu, entre otros, continuaría a lo largo de las distintas fases formativas en Tardajos, Villafranca del Bierzo, Hortaleza y Cuenca. Juntos descubrieron y leyeron a escritores, entonces vanguardistas, apenas permitidos en aquella época de seminario, como Azorín, Sánchez Mazas o Pemán. Junto a estos y otros compañeros inició su noviciado y sus estudios filosóficos en Hortaleza, donde emitió los votos de pertenencia a la Congregación de la Misión el día 27 de septiembre de 1940, a la edad de 18 años.
Enrique R. Paniagua nunca olvidaría a los amigos con quienes convivió en su camino por la inquietud ante la expresión de la belleza literaria. Con frecuencia los recordaba como adalides del panorama estético que él mismo perseguía. Con ellos mantuvo una relación afectuosa que le conducía a compartir sus hallazgos literarios y poéticos y hasta dedicarles alguno de sus poemas.
En el teologado de Cuenca, Paniagua y sus compañeros encuentran un clima de ensoñación espiritual y estética favorecido por la presencia del profesor y superior P. Gregorio Sedano, quien fomenta una apertura intelectual hacia vertientes ideológicas y artísticas más amplias. Según la opinión del P. Amador Sáez, el estudiante Paniagua comienza, entonces, a interesarse por el arte abstracto.
Nadie sabe a qué ventana o aspillera se asomó Paniagua para descubrir y contemplar los rasgos del llamado arte informal o abstracto en la ciudad que, poco tiempo después, se convertiría en la cuna de lo abstracto, exhibido en las Casas Colgadas. Lo cierto es que esta tendencia artística le sorprendió y le atrajo hasta el punto que, en años futuros, el arte abstracto constituiría uno de los más importantes panoramas estéticos para el interés artístico de Paniagua-